La amistad y la verdad

Amistad y verdad. Se trata de dos cosas muy importantes en la vida de una persona. Del amigo, de un buen amigo, dice la Biblia que es un tesoro. De la verdad afirma San Pablo que ella nos hace libres. Jesucristo, que llama amigos a sus discípulos, se presenta a todos como Camino, verdad y vida (Jn. 15 14-15 y 14,6). La amistad se sitúa en el campo de los sentimientos; la verdad pertenece al ámbito de la razón y la conciencia. Lo ideal es que amistad y verdad convivan armónicamente. Y, ¿si no sucede así? Si no fuere así, la verdad debe prevalecer y anteponerse a la amistad. Un pensador latino antiguo lo expresó muy bien con estas palabras:

Amicus Cícero, amicior véritas
que traducido al castellano quiere decir: Amigo Cicerón; más amiga la verdad. Es decir, que sino es posible armonizar amistad y verdad, ésta debe prevalecer sobre aquella. Por tanto, no se puede mentir ni cometer una injusticia por defender al amigo, poniéndose de su parte, cuando no tiene razón. Un ejemplo preclaro de esto lo tenemos en Tomás Moro, quien era muy amigo del Rey Enrique VIII de Inglaterra (s. XVI), que lo nombró Canciller del Reino (mandamás después del Rey). Todo marchaba bien hasta que el Rey le pidió que lo apoyara en su pretensión de que el Papa le anulase el matrimonio con Catalina de Aragón, con la que tenía hijas, pero no varones, como era su deseo; deseo que esperaba ver realizado con Ana Bolena. Tomás se negó a apoyar algo que no era justo. El Rey se enfadó y lo metió en la cárcel, para luego mandarlo matar. Pero Tomás Moro prefirió perder la amistad del Rey, y su propia vida, antes que traicionar la verdad y la conciencia.

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